«Varios abogados intentaron explicarle en vano que, si realmente existiera la justicia, las leyes y aquellos que las crean no serían necesarios.»
Empezar un libro de Robert Sheckley es como entrar en un bar y descubrir que, aunque tus amigos aún no han llegado, el tipo que está dándote conversación en la barra es de esos con los que te quedarías charlando entre cervezas. Desde el anuncio clasificado que abre la novela, en el que un marciano «tranquilo, estudioso y culto desea intercambiar su cuerpo con un respetable habitante de la tierra», entran ganas de quedarse sentado en el taburete y pedir otra ronda.
La premisa la novela es sencilla: en un futuro que el escritor imaginó en 1966, la forma más barata de viajar por el universo es intercambiar el cuerpo con un habitante de otro planeta. Marvin Flynn, un terrícola que quiere escapar de su tediosa vida, responde a un anuncio en el periódico y transfiere su mente al cuerpo de un marciano. Para su desgracia, pronto averigua que (1) el marciano es un estafador que se ha forrado ofreciendo su cuerpo a varios huéspedes a la vez, (2) está utilizando el cuerpo de Marvin para huir de las autoridades y, para colmo, (3) Marvin ni siquiera tiene derecho legal a seguir empleando su cuerpo adoptivo… y las mentes sin cuerpo no tardan mucho en morir. Así empieza la epopeya de Marvin Flynn, entre absurda y trascendente, a lo largo y ancho del universo.
Sheckley se vale de la pasividad inicial de su protagonista para hacerle pasar las más diversas tribulaciones en distintos planetas. Cuando se explican los entresijos del intercambio de cuerpos al principio de la novela (con unos volcados de información bien traídos y divertidísimos), el lector da por hecho que el pobre Marvin acabará pasando por el mercado negro de cuerpos o sufrirá «deformación metafórica», un trastorno por el que la mente del viajero traduce la realidad alienígena a motivos familiares. Lo que tal vez no vea venir es que Sheckley va a aprovechar todo ello para urdir una lógica deformada que, a medio camino entre masilla y barniz, aplicará a lo largo de todo el libro. El detective marciano retuerce la probabilidad; el ermitaño sobrevive gracias a una causalidad invertida; un compinche de Marvin aplica la teoría formal de la búsqueda a sí misma, al estilo de cierto jaleo matemático que hubo en la tercera década del siglo XX. Y tenemos historias dentro de historias con sus estilos dentro de estilos, y Marvin va dejando su actitud de verlas venir y tomando las riendas de su destino a medida que pierde más y más control sobre su vida.
O a lo mejor es que me he pasado con las cervezas, ojo. En todo caso, Trueque mental es un libro de los de ceja en estado de alerta, media sonrisa y consultar bibliografía al final, porque quieres otro libro que te lo haga pasar tan bien. Esta Guía del autoestopista del País de las Maravillas se lee en cuatro ratos y deja con ganas de más.
(Plaza & Janés publicó Trueque mental en 1999. RBA lo ha reeditado en abril de 2013, con una nueva y más que correcta traducción de Nieves Gamonal.)
Jolines, pues he tenido ese libro en mis manos y lo cierto es que no llegué a picarme para comprarlo. No se si fue la portada, la temática o que directamente en ese momento no estaba preparada para enfrentarme a una aventura al más puro estilo «Guía del autoestopista galáctico». Lo cierto es que tiene pinta de ser una historia original, cargada de locuras, tal y como he podido leer en la reseña.
Así que si tengo la oportunidad de pedirlo para mi cumple (que ahora con la crisis de los treinta, lo veo cada día más cerca), le daré una oportunidad. A ver qué tal…
Es cierto que tal vez no sea un libro para todos los gustos, pero no creo que te defraude.
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